La muerte del ambientalismo*
Políticas sobre calentamiento global en un
mundo post-ambientalista
Michael Shellenberger y Ted Nordhaus**
PARTE
II
GeoTropico, 3 (1), 2005
>http://www.geotropico.org<
Traducción
autorizada por Michael Shellenberger, El Cerrito, California, para edición
digital en GeoTrópico (Grupo GeoLat,
Bogotá, Colombia).*** Título original: The Death of Environmentalism,
2004. Traductores: Cecilia Calderón-Périco y Héctor F. Rucinque.
The English version of this article is available on
>http://www.thebreakthrough.org/images/Death_of_Environmentalism.pdf<
Resumen. Michael Shellenberger y Ted Nordhaus
hicieron público este ensayo en una reunión de la Environmental Grantmakers Association, en octubre 2004. Desde entonces,
han suscitado una controversia de tal magnitud que convierten el ensayo en un hito más de los temas
relacionados con el manejo ambiental del mundo. La traducción al español fue
autorizada por los autores a Héctor F. Rucinque, con la provisión de publicarla
para acceso abierto en GeoTrópico y Geografía en Español, revista y portal, respectivamente, del Grupo GeoLat (Bogotá) y
la Universidad de Córdoba (Montería, Colombia).
PARTE II
Más allá de intereses especiales y
cuestiones sencillas
El estar carente de una identidad
fija nos permite adentrarnos completamente en las contingencias cambiantes,
mordaces, hermosas y trágicas del mundo.
– Stephen Batchelor, Verses from the
Center
El matrimonio entre visión, valores y política ha resultado ser esquivo
para los ambientalistas. La mayoría de sus líderes, incluidos los de
orientación más visionaria, se devanan los sesos para articular propuestas
coherentes. La situación es crítica, pues el ambientalismo nunca será capaz de
acopiar la fuerza necesaria para tratar con el problema del calentamiento
global mientras éste siga siendo visto como un “interés especial”. Y tal cosa
ocurrirá así en la medida en que se el problema sea identificado estrechamente
como “ambiental” y las soluciones como técnicas.
A principios del 2003 hicimos causa común con el Grupo Estratégico
Carol/Trevelyan [Carol/Trevelyan Strategy
Group], el Centro para la Estrategia
Wisconsin [Center on Wisconsin Strategy],
el Fondo para la Defensa de Bienes Comunes [Common
Assets Defense Fund] y el Instituto para el Futuro de América [Institute for America’s Future], para
elaborar la propuesta para un “Proyecto
del Nuevo Apolo”, destinado a liberar de la dependencia del petróleo a
Estados Unidos y crear millones de nuevos empleos buenos en el lapso de 10
años.12 Nuestra estrategia
apuntaba a crear algo inspirador. Algo que pudiera recordarle a la gente el
sueño americano: que somos un pueblo que puede hacer cosas, que somos capaces
de lograr resultados mayores cuando a ello aplicamos nuestras mentes.
El interés focal de Apolo hacia grandes inversiones en energía limpia,
transportes y eficiencia hace parte de una historia esperanzada y patriótica en
el sentido de que todos estamos juntos en esta economía. El proyecto permite a
los políticos inyectar grandes ideas a los espacios políticos en disputa,
definir el debate, atraer aliados y legislar. Además, utiliza soluciones
grandes para formular el problema – y no al contrario.
Hasta ahora la Alianza Apolo se ha concentrado no en formular soluciones
por vía legislativa, sino mejor en formar una coalición de aliados ambientales,
laborales, comunitarios y de negocios que compartan una visión común del futuro
y un conjunto de valores igualmente comunes. La visión Apolo fue respaldada por
17 de los más importantes sindicados de trabajadores y grupos ambientales del
país, desde la NRDC hasta la Red de Acción en Defensa de la Selva Pluvial.
Así sea que se crea o no en el real protagonismo que pueda tener el
Proyecto del Nuevo Apolo, este por lo menos es un intento sincero de atajar los
supuestos ocultos de un ambientalismo de interés especial. Con solo dos años de
existencia, Apolo ofrece una visión que puede poner el contexto para una miríada
de propuestas nacionales y locales de ese origen, todas las cuales apuntan a
tratar a los sindicatos de trabajadores, grupos de derechos civiles y negocios,
no simplemente como medios para un fin, sino como verdaderos aliados cuyos intereses en desarrollo económico
pueden ir al lado de una fuerte acción contra el calentamiento global.
El reconocido líder de los derechos civiles y cofundador del Proyecto
Apolo de California, Van Jones, compara estos cuatro grupos con las cuatro
ruedas del carro en procura de “un giro en U ecológico”. Van ha extendido la
metáfora elegantemente: “Necesitamos que todas las cuatro ruedas giren al mismo
tiempo y con igual velocidad. De otro modo el carro no irá a ninguna parte”.
La opinión nuestra no es que Apolo sea la respuesta a la pérdida de mira
del movimiento ambiental en lo que concierne al calentamiento global. Más que
eso, estamos arguyendo que todas las propuestas orientadas al manejo del
calentamiento global – Kyoto, McCain-Lieberman, CAFE, impuestos sobre carbono,
WEMP y Apolo – deben evaluarse no solo en relación con la posibilidad de que
nos consigan la protección ambiental que necesitamos, sino también si ellas
definirán con el tiempo el debate, dividirán a nuestros oponentes y construirán
nuestro poder político.
Nuestra opinión es que la fortaleza de una determinada propuesta política
descansa más en su visión del futuro y los valores que conlleva que en sus
especificaciones de política técnica. Lo que hace tan poderoso a Apolo, más que
su plan de 10 puntos o su detallado conjunto de políticas, es su incluyente y
esperanzadora visión de futuro.
“Hubo un corto período de tiempo cuando mis colegas pensaron que yo estaba
loco por prenderme de Apolo”, dijo Carl Pope, Director Ejecutivo del Sierra
Club y uno de los codirectores de la Alianza Apolo. “Ellos siguieron
considerando a Apolo como un resultado de política, mientras yo lo vi como una
manera de replantear el asunto. Ellos insistían en preguntar, ‘¿Cómo sabes que
[el Presidente de los Camioneros] Jimmy Hoffa, Jr. va a asimilar el asunto?’
Les respondí, ‘Jimmy Hoff, Jr. no lo va a hacer. Aquí yo no estoy haciendo
cuentas de beneficios políticos, sino tratando que la gente que trabaja para
Jimmy Hoffa, Jr. haga algo diferente”.
Lograr que los trabajadores hagan algo diferente no es más fácil que
llevar a los ambientalistas a hacerlo. Sus problemas son similares a los del
movimiento ambiental: falta de una visión, de un conjunto coherente de valores
y de propuestas políticas que les aumenten su poder. Nadie puede garantizar que
el movimiento ambiental pueda componer las angustias de los trabajadores, o
viceversa. Pero si concentramos nuestra atención en determinar cómo pueden
concurrir nuestros intereses, entonces podríamos concebir algo más creativo
juntos que separados. Al dar sentido a una preocupación unificada por la gente
y por el clima, Apolo tiene la vista puesta en deconstruir los supuestos que
subrayan las categorías “trabajo” y “medio ambiente”.
Apolo fue creado muy diferentemente de cómo surgieron propuestas por el
estilo de McCain-Lieberman. Para empezar, se trató de hacer toda la claridad
posible acerca de la visión y valores de la alianza, para luego crear una
coalición de ambientalistas, sindicatos y grupos de derechos civiles, antes de
buscar el apoyo de los demócratas de Reagan y otros electores de la clase
obrera, quebrados por las políticas económicas y comerciales de los pasados 20
años. Estas familias trabajadoras fueron el componente clave de la coalición
del New Deal [Nuevo Trato] que gobernó a Estados Unidos hasta mediados
del siglo pasado. Si bien aparecen como ostensiblemente liberales en asuntos
económicos, los demócratas de Reagan se han vuelto cada vez más desconfiados
del gobierno, y conservadores en cuestiones sociales, el ambientalismo
incluido, debido en no mínima parte al
éxito de los conservadores de consistentemente hacer objeto a este grupo de
iniciativas estratégicas. Con todo, más del 80 por ciento de los demócratas de
Reagan, como descubrieron nuestras
encuestas, apoyan Apolo – una proporción incluso mayor que los
demócratas con formación universitaria.
Dejando de lado el impacto que pueda tener a corto plazo sobre la política
energética de los Estados Unidos, Apolo será exitoso si logra posicionar bien
los valores progresistas claves mencionados arriba entre este crítico
electorado de oportunidad. Si se le mira
como parte de un esfuerzo mayor para conformar en los Estados Unidos una
mayoría progresista verdadera,
fundamentada en valores, Apolo debe concebirse como una entre varias
iniciativas diseñadas para crear valores de puente para este electorado, que
llegue con el tiempo a estar guiado por puntos de vista consistentes y
coherentes, más y más afines a los que distinguen la base progresista y
ambiental norteamericana.
No obstante las fortalezas políticas, Apolo no escapa a la irritación de
muchos líderes ambientales que creen que si estamos insistiendo en regulación,
no la obtendremos. En ninguna otra parte el literalismo en políticas es más
protuberante que en los argumentos contra el interés focal de Apolo en
inversión. Ello se debe a que en vez de enfatizar la necesidad de regulaciones
de comando y control, Apolo destaca la necesidad de inversiones más grandes
tanto públicas como privadas que establezcan el liderazgo americano en la
revolución de energía limpia – inversiones comparables a las que el país hizo
en ferrocarriles, carreteras, la industria electrónica y la Internet. “Hemos
sido públicamente positivos acerca de Apolo”, declaró Hawkins, “pero no positivos
en términos de políticas, porque aquel proyecto no tiene límites que lo
comprometan, bien con CAFE o sobre
carbono”.
Van Jones cree que Apolo representa una tercera onda de ambientalismo.
“La primera onda de ambientalismo se enmarcó alrededor de la conservación
y la segunda en torno a regulación”, dijo Jones. “Creemos que la tercera onda
se enmarcará alrededor de la inversión”.
El Proyecto del Nuevo Apolo reconoce que ya no podremos darnos el lujo de
enfrentar separadamente los problemas del mundo. La mayoría de la gente
despierta en la mañana tratando de reducir las cosas sobre las cuales
preocuparse. Los ambientalistas lo hacen tratando de aumentarlas. Queremos que
al público le importe y concentre su atención no apenas en calentamiento global
y las selvas vírgenes sino además en extinción de especies, invasión de plantas
exógenas, agroindustria, pesca indiscriminada, mercurio y basureros tóxicos.
Hablar en público de este listado de prioridades es a lo que los
ambientalistas suelen referirse como “propaganda”. En este caso la presunción
es como si el electorado americano consistiera de 100 millones de aburridos fans de la política ansiosos por digerir
las desoladas noticias que estemos listos a ofrecerles.
Mientras los neoconservadores formulan propuestas utilizando sus valores
centrales como una estrategia para construir una mayoría política, los
liberales, especialmente los ambientalistas, tratan de hacer triunfar sus
proyectos de uno en uno. Solo nos congregamos en tiempo de elecciones cuando
nuestros candidatos hacen campaña con nuestras listas de cosas y soluciones
políticas técnicas. El problema, por supuesto, no es apenas que el
ambientalismo se haya convertido en un interés especial. El problema es que
toda la política liberal se ha convertido en intereses especiales. Y así sea
que se esté de acuerdo o no con que Apolo sea un paso en la dirección correcta,
este proyecto ha retado, creemos, los viejos modos de pensar el problema.
Volviendo a la ofensiva
Mucho mejor es atreverse a cosas
poderosas, a ganar triunfos gloriosos, sin importar los jaques del fracaso, que
hacer parte del montón de pobres espíritus que ni disfrutan mucho ni sufren en
demasía, pues ellos vegetan en la oscurana gris que no conoce de victoria ni de
derrota.
–
Theodore Roosevelt, 1899
La industria y los cabilderos conservadores obstruyen el paso a las
propuestas sobre calentamiento global, enmarcando sus ataques sobre un asunto
de mucha mayor envergadura para el pueblo americano: el empleo. La oposición de
la industria se queja de que la acción sobre el calentamiento global costará
billones de dólares y millones de empleos. Ellos reiteran tal reclamo hasta la
saciedad, a través de estudios espurios, anuncios publicitarios, cabildeo,
relaciones públicas y concertación de alianzas entre firmas comerciales y
sindicatos.
Los líderes ambientales que entrevistamos se inclinaron a reforzar la
posición de la industria respondiendo
por ésta, en típico estilo literal, en vez de atacarla por oponerse a
propuestas que crearán millones de nuevos buenos empleos.
En una declaración escrita, Josh Reichert de Pew dijo: “Al fin de cuentas,
el movimiento de los trabajadores en este país necesita involucrarse
positivamente en los esfuerzos que se ocupan del cambio climático. Ellos
necesitan reconocer que, si se hace apropiadamente, reducir los gases con
efecto invernadero no irá en detrimento de los trabajadores. Por el contrario,
ello multiplicará la aparición de industrias y generará los empleos que ahora
no tenemos”.
En este caso los supuestos no declarados son: a) el problema, o “causa
raigal” son “los gases de efecto invernadero”, b) los trabajadores deben
aceptar la enmarcación del problema por el movimiento ambiental como efecto
invernadero por gases, y c) es responsabilidad de los trabajadores
concientizarse del programa sobre calentamiento global.
El problema es que los líderes ambientales se han persuadido a sí mismos
que es propio de su oficio preocuparse de los problemas “ambientales”, y que es
cuestión de los sindicatos preocuparse de los problemas “laborales” de su
movimiento. Si se presenta traslape, dicen ellos, genial. Mas nunca hemos de
olvidar quiénes somos realmente.
“El calentamiento global es un buen ejemplo de por qué los ambientalistas
deben salirse de su ghetto”, dijo Lance Lindblom, Presidente y principal
ejecutivo de la Fundación Nathan Cummings. “Nuestros oponentes utilizan la
incapacidad nuestra de formar alianzas efectivas para meter una cuña en medio
de nuestra coalición potencial. Parte de esto es un problema cultural. Los
ambientalistas piensan, ‘Usted me está hablando sobre su trabajo – Yo estoy hablando acerca de salvar al mundo!’ El que se desarrollen nuevas industrias
energéticas claramente ayudará las familias trabajadoras e incrementará la
seguridad nacional, pero aun no hay la intuición de que todas estas sean
preocupaciones consistentes”.
La tendencia de colocar el medio ambiente en un contenedor hermético,
lejos de los intereses de otros, se halla en el corazón del movimiento
ambiental, a la defensiva en lo que concierne a asuntos económicos. Nuestra
defensiva en economía incrementa la idea de que la acción sobre calentamiento
global acabará con muchos trabajos y aumentará las cuentas por consumo de
electricidad. La noción de que los ambientalistas deben responder a los cargos
de la industria en vez de atacar esas mismas industrias por bloquear las
inversiones en nuevos buenos trabajos del futuro, es otro síntoma de
litera-esclerosis.
Responder cargos con la literal “verdad” es un tanto similar a replicar el
anuncio “Los Gráciles Botes de la Verdad” de la campaña republicana con los hechos del registro de guerra de John
Kerry. La manera de ganar no es defendiéndose – es atacando.
Si consideramos la adhesión del movimiento a categorías fijas y
arbitrarias, no debe sorprender que incluso sus mejores aliados políticos
caigan en las mismas trampas. En un Centro Pew durante la conferencia sobre
Cambio Climático Global, el pasado junio, el Senador John McCain de manera
burda trató de soltarles sin éxito el argumento económico a sus oponentes:
“Pienso que el impacto económico [del cambio climático] sería devastador.
Nuestra forma de vida está en peligro. Este es un serio problema. No hay ayuda
en camino”.
Por su parte, el Senador Lieberman lo hizo peor, como era de esperarse de
alguien que intenta argumentos conservadores para iniciativas liberales:
“Confrontar el calentamiento global no tiene por qué ser dañino para nuestra
economía si en este momento emprendemos pasos sensibles simples”.
Los ejemplos de ambientalistas que se esfuerzan por explicar los supuestos
costos por entrar en acción contra el
calentamiento global, no son escasos. Una encuesta de junio conducida por
seguidores ambientales de McCain-Lieberman estableció que el 70 por ciento de
los americanos respaldan las metas de la Ley de Manejo del Clima “a pesar de la
probabilidad de que ésta pueda elevar los costos de la energía en más de $15
dólares mensuales por cada hogar”. En el magazín de la red Grist, Thad Miller cita con aprobación un estudio realizado por el
Programa Conjunto de Ciencia y Políticas sobre Cambio Gobal del MIT que
“predice que bajo esta ley los gastos de energía de los hogares se incrementarían
en modestos $89 dólares”.
Más buenas nuevas de la comunidad ambiental: no acabaremos con tantos
empleos como ustedes creen, ¡solo deseamos subir su cuenta de energía un
poquito!
Para casi cada uno de los líderes ambientales con quienes hablamos, los beneficios de la creación de empleo,
manifiestos en cosas como el reacondicionamiento de cada hogar y el aumento de
la construcción en América, eran, en el mejor de los casos, ideas posteriores.
Sin embargo, unos pocos, como Eric Heitz de la Fundación Energética, creen que
el argumento del desarrollo económico debe ser frontal y central.
“Creo que el ángulo de Apolo es el mejor ángulo”, dijo. “En esto hay
beneficios económicos reales. La comunidad ambiental se ha concentrado
demasiado en el problema. Esto es un cambio que apenas empezamos a hacer, por
lo que no es inesperado que esté ocurriendo lentamente. La presión se hace
agobiante en la medida en que Canadá y Japón empiezan a tomarla con nosotros”.
Cuando se le preguntó qué es lo que más lo excita acerca del movimiento
contra el calentamiento global, Hal Harvey también apuntó hacia el desarrollo
económico. “Vayamos por una expansión masiva del viento en el Medio Oeste –
hagámoslo parte del proyecto de ley agrario, no del proyecto de ley energético.
Destaquemos los empleos y los granjeros que están detrás de esto”, dijo.
Hablando de los millones de empleos que se crearán al acelerar nuestra
transición hacia una economía de energía limpia, es evidente que eso ofrece más
que una buena defensa contra los ataques de la industria: es un marco que
desplaza el movimiento ambiental bien lejos de los escenarios apocalípticos de
calentamiento global que tienden a crear sentimientos de impotencia y
aislamiento entre eventuales apoyos.
Tan pronto como los ambientalistas puedan ofrecer una visión apremiante
del futuro estaremos en una mejor posición para quitar la impresión de ser la
Polyana en el contexto de sus políticas.
Y una vez dispongamos de una visión inspiradora tendremos la confianza que
necesitamos para “echar una fría y severa mirada a los hechos”, para hacer uso
de las palabras del autor de Good to
Great, Jim Collins.
El discurso de “I have a dream” [Yo
tengo un sueño…] de Martin Luther King, Jr. es famoso porque sacó adelante
una visión inspiradora y positiva, que a la vez llevaba implícita una crítica
del momento actual. Imagínense cómo se habría desenvuelto la historia si por el
contrario King hubiese pronunciado un discurso inspirado en la expresión “I
have a nightmare” [Yo tengo una pesadilla].
A falta de una visión vigorosa y una reconsideración del problema, “Yo
tengo una pesadilla” es en efecto el
discurso que están presentando los líderes ambientales, no solo en nuestra
entrevista de prensa sino también en la manera como formulamos nuestras
propuestas. Los más efectivos líderes del mundo no se identifican con base en
un asunto, sino por la visión y los valores que los distinguen. Estos líderes
se distinguen a sí mismos inspirando esperanza contra el temor, amor contra la
injusticia y poder contra la impotencia.
Una visión positiva, transformadora, no se limita a inspirar, sino que
crea el espacio cognitivo en el cual se reten las presunciones y salgan a la
superficie nuevas ideas. Todo lo cual ayuda a unos y otros a abandonar sus
cajas de “cuestiones”.
Hacia el final de su vida, King había empezado a extender su aliento a los
sindicatos de trabajadores y a pensar acerca de desarrollo económico. Él no dijo, “Eso no es asunto mío”, como hoy
lo hacen los líderes liberales. Nunca concibió su trabajo como limitado a
terminar con Jim Crow.
Los ambientalistas tienen mucho que aprender de los conservadores. Cuando
en estos días el estratega de las derechas, Grover Norquist, propone una gran
agenda que incluya cosas como rebajas de
impuestos expeditas, sus aliados entienden que su velada agenda es menoscabar
la habilidad del gobierno federal de pagar por tales servicios como salud,
educación pública, y la aplicación de leyes laborales y ambientales. Los
intereses especiales que están buscando recortes en programas de seguridad
laboral, por ejemplo, probablemente
estén más inclinados a entrar en alianzas sobre la visión de Norquist por menos
impuestos, que alguna alianza en torno al “problema de otro fulano”, por
ejemplo, recortar inversiones en energía
limpia.
Porque los conservadores actuales entienden la importancia estratégica de
los recortes tributarios para matar programas sociales, nunca se les oirá
decir: “Eso no es asunto mío”.
Una ruta para cruzar
En verdad, nuestra compañía ha
trastrabillado con algunos de sus nuevos productos. Pero nunca olviden que uno
solo puede trastrabillar si se está moviendo.
–
Richard Carlton, ex CEO, Corporación 3M
Es obvio que los conservadores controlan todas las tres ramas del gobierno
y los términos en que se plantean de la mayoría de los debates políticos; lo
que no es obvio es por qué. Ello se debe a que los ambientalistas y otros
liberales se han convencido a sí mismos que, en política, “las cuestiones”
importan y que el público está de nuestra parte en tales categorías como “el
medio ambiente” y “empleo” y “salud pública”. ¿Qué explica que simultáneamente
estemos “ganando en las cuestiones” y sucumbiendo tan mal políticamente?
Una explicación es que los ambientalistas simplemente no pueden armar bien
las coaliciones debido a las rencillas
de turba. Otra indica de modo tajante que los ambientalistas no tienen
suficiente dinero para combatir efectivamente las industrias contaminantes.
Otra dice que nosotros los ambientalistas somos demasiado buena-gente. Todas
estas afirmaciones pueden ser ciertas. Lo que no está claro es si ellas
verdaderamente son causas o mejor síntomas de algo mucho más profundo.
Las cosas tan solo importan en la medida en que se dispongan para ligarlas
a propuestas que contengan en sí mismas un conjunto de creencias centrales,
principios o valores. El papel de problemas y propuestas es el de activar y a
veces cambiar esos valores tan profundamente mantenidos. Y el papel de los estrategas
del calentamiento global debe ser determinar qué valores necesitamos activar
para convertir dispersos electorados en una mayoría política.
Para los científicos sociales, los valores son aquellas creencias y
principios medulares que motivan la conducta – desde por quién votar hasta qué
película ver. Estos valores determinan las posiciones políticas y las
identidades políticas (por ejemplo, ser ambientalista o no, republicano o
demócrata, conservador o progresista).
Los científicos que estudian valores entienden que algunos valores son
tradicionales, como los así llamados “valores familiares”, otros son modernos,
como los valores de la ilustración “liberal”, y otros (como los valores del
consumidor) no encajan en ninguna categoría. Estos valores informan de qué
manera desarrollan los individuos un margen de opiniones, sobre cada cosa,
desde calentamiento global o la guerra de Irak, hasta qué tipo de SUV comprar.
Las fundaciones conservadoras y los comités de pensamiento han gastado 40
años en aclarar qué es lo que ellos desean (su visión) y qué es lo que ellos
están prontos a defender (sus valores). Aquellos valores que propenden por un
gobierno más pequeño, menos impuestos, un cuerpo militar grande, familias
tradicionales y más poder para los grandes negocios, tras ser ligados entre sí
durante 40 años por intelectuales y estrategas conservadores, tan solo ahora
son lo suficientemente coherentes para poder ser tenidos en cuenta en un “contrato con
América”. Luego de que hicieron claridad sobre su visión y valores, los
conservadores empezaron a diseñar propuestas que activaran tales distintivos en
su base electoral y entre los votantes indecisos.
Una vez alcanzan el poder, los conservadores gobiernan con todo – sin importarles
si sus soluciones cuentan con el apoyo de la mayoría. Los liberales tienden a
manejar la política con la estrategia de ganar los asuntos de la campaña, solo
uno solo a la vez – una tarea sisífica, interminable y fútil, que ha
contribuido a la hegemonía neoconservadora de la actualidad.
Durante los pasados 40 años, los grupos ambientales se han desgastado
definiéndose a sí mismos contra valores
conservadores por el estilo de la contabilidad costo-beneficio, un gobierno
pequeño, menores regulaciones y libre comercio, sin siquiera intentar la
articulación de una moral coherente con la que se les pueda identificar a ellos
mismos. La mayoría de los intelectuales que conforman los grupos ambientales
son opuestos de modo tan recalcitrante a
los valores de derecha que asiduamente rehuimos examinar de manera seria
nuestros propios valores. Los ambientalistas y otros liberales tienden a ver
los valores como una distracción de “las cuestiones reales” – o sea, de
problemas ambientales como el calentamiento global.
Si los ambientalistas aspiran a ser más que un interés especial, hemos de
empezar a fraguar nuestras propuestas alrededor de valores americanos medulares
y empezar a mirar los valores nuestros como motivación fundamental y guía de
nuestras políticas. Esto es crucial si hemos de edificar el momento político –
un movimiento sostenido – para hacer aprobar e implementar la legislación que
logre inducir acciones efectivas sobre calentamiento global y otros problemas.
“La mayor parte de las fundaciones aceptan estos supuestos categóricos,
como también lo hacen quienes reciben nuestros recursos de apoyo”, dice Peter
Teague, Director Ambiental de la Fundación Nathan Cummings. “Nosotros colocamos
aparte la categoría ‘el medio ambiente’. Asignamos expertos en cuestiones
estrechamente enfocadas cuando se trata de decidir sobre la concesión de ayuda.
Más que a cooperar los ponemos a competir entre sí. Y evaluamos nuestro
progreso de acuerdo con nuestra habilidad para promover cosas puntuales de políticas técnicas. La
guía fundamental es que si deseamos resultados diferentes tenemos que pensarnos
y organizarnos de una manera dramáticamente diferente”.
Quienes se dedican a financiar trabajos ambientales pueden aprender de los
capitalistas arriesgados del mundo que rutinariamente hacen y desechan
inversiones fallidas, al tiempo que promueven un entorno de debate vigoroso
alrededor de qué funcionó bien y qué falló. Del mismo modo que en una sesión de
lluvia de ideas las ocurrencias más locas se presentan justo antes de un gran
salto hacia adelante, algunos de los fracasos más espectaculares en los
negocios (p.e. el portátil Newton de Apple) se presentan justo antes de sus
mejores éxitos (p.e. el Palm Pilot). Es este tipo de mentalidad la que inspiró
a uno de los prominentes estrategas de negocios a sugerir que el motto para los CEOs [directores
ejecutivos] debería ser, “Recompensad éxito y fracaso por igual. Castigad
únicamente la inacción”.13
Josh Reichert, de Pew, merece crédito por aprender del modelo capitalista de riesgo. Pew da en
comisión investigación seria, paga por talento de primera clase en asistencia
legal, relaciones públicas y publicidad, y financia campañas que alcanzan
resultados. En no pequeña medida, Reichert comparte el crédito por el vigor público
del beneficiario Phil Clapp y del National Environmental Trust. Pero convocando
el mejor talento carece de sentido si no tenemos la voluntad de examinar
críticamente los supuestos que orientan nuestras estrategias.
Recientemente argüía Kevin Phillips en Harper’s
Magazine que la declinación del liberalismo empezó cuando “los
intelectuales liberales y dirigentes se creyeron tan seguros de sí mismos,
demasiado perezosos y complacientes, que fallaron en poner atención a la gente
que no compartía sus opiniones”.
Los ambientalistas se hallan hoy en la misma situación. Estamos tan seguros acerca de cuál es el
problema, y tan comprometidos con sus soluciones legislativas, que nos
comportamos como si todo lo que necesitáramos fuese decir la verdad literal
para que nuestras políticas pasen.
Los ambientalistas necesitan incursionar en los mundos creativos de
formación de mitos, incluso la religión, no para vender mejor propuestas
políticas estrechas y técnicas, sino para mejor darnos cuenta de quiénes somos
y qué necesitamos ser.
Y por encima de todo lo demás,
necesitamos echar una dura mirada a las instituciones que ha construido el
movimiento durante los pasados 30 años. ¿Están listas las instituciones
ambientales existentes para la tarea de imaginar al mundo post-calentamiento
global? ¿O necesitaremos ahora un conjunto de nuevas instituciones fundadas
alrededor de una visión y un conjunto de valores más expansivos?
Si, a título de ejemplo, los ambientalistas no consideran como “cuestiones
ambientales” los altos costos de salud pública, créditos de impuestos I&D y
la competitividad general de las automotrices americanas, entonces ¿quién podrá
pensar creativamente sobre una propuesta que sirva para la industria, los
trabajadores, las comunidades y el medio ambiente? Si diseñar propuestas
alrededor de soluciones técnicas estrechas es un hábito arraigado en el
movimiento ambiental, entonces, ¿quién las formulará alrededor de visión y
valores?
Una cosa es cierta: si esperamos lograr
nuestros objetivos sobre calentamiento global y la miríada de problemas
íntimamente relacionados, tenemos entonces que dar un urgente paso hacia atrás
antes de que podamos dar dos pasos adelante.
Cualquiera que haya pasado algún tiempo a la orilla de corrientes anchas y
torrentosas sabe que cruzar saltando de piedra en piedra requiere antes que
nada entrever la mejor ruta. De seguro, uno tiene que cambiar de ruta a mitad
de camino. Pero, por lo menos, si se planea y se prosigue una ruta, uno está
consciente de las escogencias que está haciendo, qué tan lejos realmente se ha
ido, y a dónde todavía se necesita ir.
En la comunidad ambiental nos encontramos hoy de cabeza gacha y hundidos
hasta la rodilla en la corriente del calentamiento global. Ha llegado la hora
de volver a la orilla y buscar una nueva ruta para cruzar.
Notas
12 El Proyecto Apolo original fue creado por el Presidente Kennedy en 1962,
con el objetivo de llevar un hombre a la luna [N. de trad.].
13 Citado en Good to great [“De bueno a grandioso”]
de Jim Collins.
*Abstract. This essay by
Michael Shellenberger and Ted Nordhaus was released at an October 2004 meeting
of the Environmental Grantmakers Association, and it's been ruffling feathers
ever since. The strong controversy provoked since its publication is placing
the essay as a new benchmark in the long list of documents related to the
world’s environmental crisis.
Citación
sugerida
Suggested citation
Shellenberger, Michael, and Nordhaus,
Ted. 2005. La muerte del ambientalismo. GeoTrópico,
3 (1), 31 p. Documento online, acceso ------ [agregar fecha de consulta] ------: >http://www.geotropico.org/Shellenberger_y_Nordhaus.html<. [Originalmente en inglés: The
Death of Environmentalism, 2004:
>http://www.thebreakthrough.org/images/Death_of_Environmentalism.pdf <]
** Los Autores
Michael
Shellenberger y Ted Nordhaus están atentos a escuchar algo de los lectores de
este informe, lo mismo que a reunirse con equipos interesados en el Proyecto
Ciencia de los Valores Estratégicos, como se indica en la introducción. Se les
puede contactar a través de las direcciones Michael@TheBreakthrough.org
y Ted@EvansMcDonough.com .
Michael Shellenberger es un estratega
para fundaciones, organizaciones y candidatos políticos. Él es el director ejecutivo
del Instituto Breakthrough, una organización dedicada al avance de iniciativas
estratégicas para edificar una mayoría progresista, y presidente de Estrategias
Lumina, que es una firma consultora en política. En el 2003 Michael fue
cofundador de la Alianza Apolo, coalición de
líderes de los trabajadores, el medio ambiente, los negocios y los
derechos civiles, que trabajan en pro de la aprobación del Proyecto del Nuevo Apolo, destinado a crear
tres millones de nuevos empleos en la energía y para liberar a América de la
dependencia del petróleo extranjero en diez años.
Además, en 2003
Michael fue cofundador de la Business Ethics Network [“Cadena para la Ética en
los Negocios”], que está comprometida en organizar una campaña a escala
nacional para llamar a cuentas a Wal-Mart por sus prácticas laborales y
ambientales. Él es autor de “Race to the Top: A Report on Ethical Business
Campaigns” [“Contienda hacia la cima: Un informe sobre campañas éticas en
negocios”]. Y a principios del 2004 Michael lanzó una campaña para colocar a
Martin Luther King en el billete de veinte dólares – Putkingonthe20.com. Con Ted Nordhaus, Michael es cofundador del
Strategic Values Science Project [“Proyecto Ciencia de los Valores
Estratégicos”].
En 1996 Michael
cofundó Communication Works [“Trabajos en Comunicaciones”] y la hizo crecer
hasta convertirla en la firma más importante en comunicaciones de interés
público de California. El trabajo de Michael en esta firma se concentró en
difundir los compromisos de los trabajadores de la fábrica Nike con Global
Exchange. Él supervisó las comunicaciones estratégicas de la campaña para
proteger las Cuencas Fluviales Altas de los bosques de pinos gigantes y en 1997 contribuyó a derrotar una iniciativa
federal que habría incrementado la confinación de menores de edad en cárceles y
prisiones para adultos. En el 2001
Michael fusionó Communication Works con Fenton Communications, convirtiéndola
así en la firma progresista publicitaria y de RP más importante del país.
Michael ha escrito
artículos sobre cuestiones de economía, energía y política internacional para L.A. Times, el American Prospect, el Philadelphia
Inquirer, y el San Diego Union
Tribune. Michael es fluente en español y portugués y tiene un título de
Master en Antropología de la Universidad de California-Santa Cruz. Él reside en
El Cerrito, California.
Ted Nordhaus es vicepresidente de Evans/McDonough, una de las
firmas líderes en investigaciones de opinión, con oficinas en Washington, D.C.,
Oakland y Seattle. Ted se especializa en el diseño de iniciativas estratégicas
dirigidas a la reformulación de viejos debates de modo que acrecienten el poder
de sus clientes. En el 2003, Ted ayudó a la Alianza Apolo a conformar su
propuesta sobre un “Proyecto Nuevo Apolo”, que ha congregado los grupos
ambientales y sindicatos de trabajadores más importantes del país en torno a
una visión sólida sobre independencia energética.
Ted es también
el cofundador y director del Proyecto Ciencia de los Valores Estratégicos, una
coalición de Evans/McDonough, la firma canadiense Environics de investigaciones
de mercadeo y Lumina Strategies, una firma de estrategia política. Valores
Estratégicos ha sido comisionada para utilizar investigación de mercadeo
corporativo para crear un Mapa de Ruta de Valores, que establezca una mayoría
progresista centrada en valores esenciales y no en cuestiones políticas.
Ted se inició
en política con los Grupos de Investigación de Interés Público (Public Interest Research Groups, PIRGs),
en los cuales él sirvió como director de campaña para California. Más tarde,
como director de la campaña Comparta el Agua (Share the Water), una coalición de ambientalistas, pescadores,
granjeros y entidades urbanas de agua, Ted supervisó las campañas para reformar
las políticas federales del agua en California. Durante dos años Ted sirvió
como director ejecutivo del Proyecto de la Reserva de los Nacimientos de Agua (Headwaters Sanctuary Project), donde
jugó un papel crítico para asegurar protecciones ambientales para ciertos
puntos clave de la cuenca alta de los Bosques de Pinos Gigantes del Norte de
California. Antes de involucrarse en trabajos de encuesta, Ted fue un estratega
político para Next Generation, donde sus clientes fueron, entre otros, Environmental Defense, California Futures
Network, y Clean Water Action.
En
Evans/McDonough, Ted se especializa en asuntos relacionados con uso del suelo y
transportes, y aporta una experiencia de más de 10 años en la interpretación de
encuestas de investigación y moderación de grupos. Entre sus demás clientes se
cuentan el programa Safe Passages de Oakland, orientado a mantener a los niños
en las escuelas y alejarlos de los problemas, la Waste Management Authority del
Condado de Alameda, las autoridades de transportes de Contra Costa y Condado
Solano, y la Water Transit Authority de San Francisco.
Ted tiene un BA
en historia de la Universidad de California, Berkeley.
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*** El permiso de
traducción al español y publicación electrónica se concedió extensivo a la
Universidad de Córdoba, Montería, Colombia, institución patrocinadora de GeoTrópico y a la vez
publicista del sitio Geografía en Español, a través del cual
también se difunde este informe: >http://www.geografiaenespanol.net<
The English version of this article is available on
>http://www.thebreakthrough.org/images/Death_of_Environmentalism.pdf<
as well as on
>http://www.grist.org/news/maindish/2005/01/13/doe-reprint/<
© Copyright 2004 by Michael Shellenberger and Ted
Nordhaus
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