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ISSN 1692-0791
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Volumen 3     -     Número 1     -     Julio, 2005
Número 3(1)

Este es el Número 1 del Volumen 3,  de la revista electrónica GEOTRÓPICO. El Grupo GEOLAT, los Editores y los miembros del Consejo Editorial presentamos a la comunidad académica y científica  una cordial bienvenida a nuestras  páginas, y los invitamos a su consulta semestral.

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Documentos


La muerte del ambientalismo*

Políticas sobre calentamiento global en un mundo post-ambientalista


Michael Shellenberger y
Ted Nordhaus**


GeoTrópico, 3 (1), 2005
http://www.geotropico.org

Traducción autorizada por Michael Shellenberger, El Cerrito, California, para edición digital en GeoTrópico (Grupo GEOLAT, Bogotá, Colombia).*** Título original: The Death of Environmentalism, 2004. Traductores: Cecilia Calderón-Périco y Héctor F. Rucinque.

The English version of this article is available on
http://www.thebreakthrough.org/images/Death_of_Environmentalism.pdf  


Resumen. Michael Shellenberger y Ted Nordhaus hicieron público este ensayo en una reunión de la Environmental Grantmakers Association, en octubre 2004. Desde entonces, han suscitado una controversia de tal magnitud que convierte el  ensayo en un hito más de los temas relacionados con el manejo ambiental del mundo. La traducción al español fue autorizada por los autores a Héctor F. Rucinque, con la provisión de publicarla para acceso abierto en GeoTrópico y Geografía en Español, revista y portal,  respectivamente, del Grupo GeoLat (Bogotá) y la Universidad de Córdoba (Montería, Colombia).


Prólogo

Por

Peter Teague

Director del Programa Ambiental,
Fundación Nathan Cummings


En los momentos en que escribo esto, el Caribe y la Florida han sido barridos por el cuarto de una serie de violentos huracanes. Solo en la Florida ya se informa de 30 muertos y de miles que se quedaron sin techo. Más de 2.000 haitianos están muertos. Y el 90 por ciento de las casas de Grenada quedaron destruidas.

Como dijera el impasible Jon Stewart en el Daily Show de Comedia Central, “Dios, tú has dejado bien claro esto. Tú eres todopoderoso”.

No obstante, no es a Dios a quien debemos estar planteando nuestras preocupaciones – es a nosotros mismos.
Ya llevan su tiempo los científicos diciéndonos que como resultado del calentamiento global tendríamos huracanes más fuertes y frecuentes. Ellos son el efecto de océanos más calientes.

Sin embargo, hasta ahora ningún líder nacional prominente – ambiental o de otro tipo – ha saltado a la palestra pública para sugerir  que la reciente avalancha de huracanes sea el resultado del calentamiento global. Ello se debe en parte al hecho de que la sabiduría convencional de los ambientalistas indica que al público no se le debe alarmar, sino que es mejor concentrar la mirada en soluciones técnicas, tales como carros híbridos y bombillas de luz fluorescente.

En este notable informe sobre cómo los ambientalistas se convirtieron en un interés especial, Michael Shellenberger y Ted Nordhaus sugieren que ya es tiempo de reexaminar todo lo que creemos saber acerca de calentamiento global y de políticas ambientalistas, empezando desde lo que se cataloga o no de “ambiental” hasta el enfoque ─ de pequeño calibre ─ que tiene el movimiento para hacer política.

También sugiero cuestionar la sabiduría convencional que propugna por no hablar de desastres como los huracanes sin precedentes que devastaron Florida y el Caribe. La industria de los seguros dice que, a un precio de 20 mil millones de dólares, estos huracanes dejarán tras ellos el más costoso desastre de la historia en Estados Unidos  ─ el huracán Andrés.  ¿En qué punto nos hemos convertido en la Polyana temerosa de que con el tiempo terminen llamándonos Chicken Little?

La mayor parte de mi carrera la he pasado trabajando en el movimiento ambientalista, como también lo han hecho Nordhaus y Shellenberger. Para ellos el ambientalismo es una de sus más caras preocupaciones. Es por esta razón por la que su crítica punza tan agudamente.

La comunidad ambiental puede reclamar una gran parte del crédito por cosas que representan avances significativos en un período relativamente corto ─ avances ganados en controversia contra campañas muy bien financiadas de desinformación y desmentido. Pero a pesar del reciente apoyo recibido de los medios, desde Business Week y National Geographic hasta el New York Times, todavía nos resta un largo trecho para lograr acciones serias que ayuden a contrarrestar el calentamiento global.

Ha llegado el momento de preguntar: con el trabajo de la comunidad ambiental de los Estados Unidos en los pasados 30 años, ¿se ha logrado echar las bases para los cambios económicos, culturales y políticos que todos sabemos se necesitarán para confrontar la crisis?

De los cientos de millones de dólares que hemos vertido en la cuestión del calentamiento global, solo una mínima fracción se ha utilizado para comprometer la disposición de los norteamericanos, como el orgulloso pueblo moral que ellos son, para sacrificarse por la causa correcta. Sería deshonesto echar toda la culpa a los medios, a los políticos o la industria del petróleo por la marginación del público en esta cuestión que, más que ninguna otra, definirá nuestro futuro. Quienes nos hacemos llamar ambientalistas tenemos una responsabilidad de examinar nuestro papel y cerrar la brecha que existe  entre los problemas que conocemos y las soluciones que proponemos.

Por el tiempo que el canto de sirena del desmentido sea enfrentado con el cotorreo habitual de la política ─ y la fantasía de las soluciones técnicas permanezca sin cuestionamiento ─ el público no solo estará desorientado, sino malinterpretado. Hasta que no se hable honestamente al público, y con el respeto que éste merece, puede esperarse que la gente se mantenga desentendida de la transformación global de la cual queremos haga parte.

Para escribir este artículo Shellenberger y Nordhaus entrevistaron a más de 25 de los más altos líderes de la comunidad ambiental, pensadores y proveedores de fondos. Uno puede estar en desacuerdo con sus conclusiones. Puede desechar sus recomendaciones. Pero nadie puede negar la necesidad de la conversación más amplia que ellos proponen. Este artículo debería estimular a quienes estamos en el mundo de la filantropía a involucrarnos entre nosotros mismos, y con los grupos que financiamos, en una evaluación honesta de la situación actual.

Lo que está en juego es demasiado importante para que los negocios sigan como siempre.


Agradecimientos

La elaboración de este informe no habría sido posible si muchos de los dirigentes ambientalistas y líderes progresistas de los Estados Unidos no hubieran tenido el coraje suficiente para abrir su pensamiento al escrutinio público: Dan Becker, Phil Clapp, Tim Carmichael, Ralph Cavanaugh, Susan Clark, Bernadette Del Chiaro, Shelly Fiddler, Ross Gelbspan, Hal Harvey, David Hawkins, Bracken Hendricks, Roland Hwang, Eric Heitz, Wendy James, Van Jones, Fred Keeley, Lance Lindblom, Elisa Lynch, Jason Mark, Bob Nordhaus, Carl Pope, Josh Reichert, Jeremy Rifkin, Adam Werbach, Greg Wetstone, V. John White, y Carl Zichella. Estamos especialmente agradecidos con George Lakoff por enseñarnos a identificar errores de categoría y con Peter Teague por retarnos de manera continua a cuestionar nuestros supuestos más básicos. Con respecto a la versión al español, estamos especialmente agradecidos con Héctor F. Rucinque y Cecilia Calderón-Périco,  de GeoTrópico,  por el excelente trabajo realizado.   Agradecemos a la Universidad de Córdoba, de Montería, Colombia, por ayudar a difundir el texto a través de su portal Geografía en Español.


Introducción


No pensar en morir es no pensar en vivir.

–  Jann Arden


Quienes somos hijos del movimiento ambientalista jamás debemos olvidar que nos apoyamos en los hombros de todos aquellos que nos precedieron.

El agua limpia que bebemos, el aire puro que respiramos y la vida silvestre protegida que atesoramos, en conjunto, en no pequeña medida se lo debemos a ellos. Nosotros dos hemos trabajado para la mayoría de las principales organizaciones ambientales del país, haciendo parte de su nómina o como consultores. Profesamos un sincero y obediente respeto por los padres y los mayores de la comunidad ambiental. Ellos trabajaron duro y lograron mucho. Por ello estamos profundamente agradecidos. 

Al mismo tiempo creemos que la mejor manera de honrar sus logros es reconociendo que el ambientalismo moderno ya no es capaz de manejar la más seria crisis ecológica del mundo.

Durante los pasados 15 años las fundaciones y organizaciones ambientales han invertido cientos de millones de dólares combatiendo el calentamiento global.

Sorprendentemente tenemos pocos resultados que mostrar.

Desde las batallas que propenden por una mayor eficiencia de los combustibles para autos y camiones hasta los intentos para reducir las emisiones de carbono por medio de tratados internacionales, los grupos ambientalistas repetidamente han fallado en sus intentos por conseguir  una legislación nacional con la que se pudiere reducir la amenaza del calentamiento global. Como resultado, quienes participan en el movimiento ambiental hoy se ven a sí mismos políticamente menos potentes de lo que eran hace una década y media.

No obstante, en prolijas conversaciones con nosotros la gran mayoría de los líderes de las principales organizaciones y fundaciones ambientales del país nos insistieron en que nosotros  vamos por la senda correcta.

Casi todos los ambientalistas de las dos docenas que entrevistamos subrayaron que el cambio climático demanda que se rehaga la economía global en tal grado que transforme las vidas de seis mil millones de personas. Todos reconocen que tal cosa es un empeño de proporciones y complejidad monumentales. Y todos están de acuerdo en que debemos reducir las emisiones en un 70 por ciento a la brevedad posible.

Pero en sus campañas públicas, ninguno de los líderes ambientales americanos está articulando una visión del futuro proporcionada con la magnitud de la crisis. En vez de eso, lo que se promueve es una política técnica de ajustes, como controles de polución y estándares más grandes en el rendimiento del combustible en los vehículos ─ propuestas que no proveen ni la inspiración popular ni las alianzas políticas con las cuales necesita contar la comunidad para enfrentar el problema.

La incapacidad de cuestionar sus premisas fundamentales acerca del problema y la solución, hace parecer a los líderes ambientales a generales que pelean su última guerra ─ como lo hicieron en particular en la guerra sobre protecciones ambientales básicas que ellos libraron y ganaron hace más de 30 años. Fue  entonces cuando la estrategia política de la comunidad vino a definirse utilizando la ciencia para identificar el problema como “ambiental”, al tiempo que se diseñaban propuestas y soluciones de políticas técnicas.

Los más grandes logros para reducir el calentamiento global se están consiguiendo en Europa. La Gran Bretaña ha aceptado cortar en el 60 por ciento las emisiones de carbono en 50 años, Holanda el 80 por ciento en 40 años, y Alemania el 50 por ciento en 50 años. Rusia puede pronto ratificar Kyoto. E incluso China — que es mirada con preocupación por la cantidad de carbón sucio que tiene intención de quemar— estableció recientemente estándares de economía de combustibles para sus autos y camiones, los cuales son mucho más duros que los de los Estados Unidos.

Los ambientalistas están aprendiendo de Europa todas las lecciones equivocadas. Minuciosamente escudriñamos las políticas sin prestarle mayor atención a la política que hizo posibles a aquéllas.

Nuestra tesis es esta: la estrechez en la definición dada por la comunidad ambiental sobre su auto-interés, lleva a una suerte de literalismo de políticas que menoscaba su poder. Cuando se mira a la larga cadena de derrotas en relación con el calentamiento global bajo los presidentes Bill Clinton y George W. Bush, es difícil no concluir que el enfoque del movimiento ambiental en términos de  problemas y políticas no ha respondido particularmente bien. Y pese a todo, nada hay acerca del comportamiento de los grupos ambientales, y nada en nuestras entrevistas con líderes ambientales, que nos lleve a pensar que como una comunidad estemos listos para pensar de manera diferente acerca de nuestro trabajo.

Lo que necesita ahora el movimiento ambiental, más que cualquiera otra cosa, es dar un paso colectivo hacia atrás para repensar todo. Nunca seremos capaces de darle el bote a las cosas mientras sigamos entendiendo nuestros fracasos como esencialmente tácticos, y formulemos propuestas que sean esencialmente técnicas.

En la Parte II formulamos nuestra tesis sobre lo que podría ocurrir si los progresistas crearan nuevas instituciones y propuestas alrededor de una visión amplia y un conjunto central de valores. La mayor parte de esta sección está orientada a mostrar cómo un movimiento más potente depende de que pueda soltarse de viejas identidades, categorías y supuestos, de tal suerte que podamos estar verdaderamente abiertos para adoptar un modelo mejorado.

No aceptamos las exhortaciones de los primeros revisores de este informe que nos pedían decir más sobre nuestras ideas de lo que debe hacerse ahora, porque creemos que los pasos siguientes más importantes surgirán de equipos, no de individuos. En el futuro inmediato nos reuniremos con los equipos existentes de practicantes y proveedores de fondos, y con otros que aparezcan, para desarrollar una visión y estrategia comunes a partir de las cuales avanzar.

Una de las herramientas que tenemos que ofrecer para ayudar ese proceso es la investigación que estamos haciendo como parte de nuestro Proyecto de Valores Estratégicos [Strategic Values Project], que consiste en adaptar las técnicas de investigación de mercadeo corporativo para uso de la comunidad progresista. Este proyecto se apoya en datos de una encuesta de 600 preguntas aplicada a 2.500 personas, realizada cada cuatro años en Canadá y Estados Unidos desde 1992. En contraste con la pesquisa convencional de opinión, esta investigación identifica los valores y creencias capitales que informan el modo como los individuos desarrollan un marco de opiniones para todas las cosas, desde la economía, pasando por el aborto hasta cuál es el mejor SUV, o carro deportivo traga-gasolina en el mercado1. Lo que esta investigación ha dejado en claro es un cambio de tinte conservador en valores en Norteamérica desde 1992, a la vez que ilumina muchas aperturas positivas para los progresistas y ambientalistas.

Creemos que esta ciencia de nuevos valores resultará invaluable para crear una hoja de ruta que oriente el desarrollo de un conjunto de propuestas que provea energía para nuestra base, al mismo tiempo que nos ayude a conseguir nuevos aliados, divida nuestros oponentes, logre victorias sobre políticas y haga más progresistas los valores ambientales de América. Aquellos lectores de este informe que se interesen en saber más detalles sobre el Proyecto de Valores Estratégicos – y que deseen comprometerse en un diálogo acerca del futuro del ambientalismo y de las políticas progresistas – pueden sentirse bienvenidos a contactarnos.

Parte I                    Parte II

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