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Volumen 3   -   Número 1   -   Julio, 2005
Volumen 3 -- Número 1

GEOTRÓPICO,  revista electrónica  --  Volumen 3,   Número 1,  2005  --   Los Editores y los miembros del Consejo Editorial,  presentamos  a la  comunidad académica y científica  una cordial bienvenida a nuestras  páginas, y los invitamos a continuar su consulta semestral gratuita

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Artículo



Reclus: un geógrafo incómodo,
una  geografía  de  compromiso


Carlos José Gil-Jurado

Universidad de Pamplona
Pamplona, Colombia

Remitido: Noviembre, 2004                                                                                                                             Aceptado: Marzo, 2005Version PDF          
           
               
Pero Reclus no es un geógrafo como los demás (Giblin 1986)                            
es una revista geográfica electrónica, semestral, de acceso totalmente libre, publicada por GEOLAT.

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ABSTRACT. The second half of the 19th century may remain as geography’s most important period in history. During those years Ratzel, Richthofen, Peschel and others developed the foundations of geography as a modern science, following guidelines laid down by Humboldt and Ritter. To such a process of disciplinary consolidation contributed the French geographer Elisée Reclus his own particular ways of work and thought. Being one of the most traveled scholars, highly productive writer and charismatic lecturer, Reclus’ place in history nonetheless is associated with his life-long stubborn compromise with anarchist activity and ideology. On the occasion of the centennial of his death (July 4, 1905), a reflexive tribute to his life, deeds and the utopian ideals that were his weaponry to meet and solve society’s needs, sins and problems, is in order.

Key words:  Reclus  -  anarchism  -  history of geography  -  regional geography


Introducción

El transcurso del siglo XIX indudablemente representa uno de los momentos más brillantes en el desarrollo del conocimiento geográfico: Desde la visión holística y romántica que caracterizó la obra de Humboldt, pasando por la institucionalización de la geografía como saber académico en las más prestigiosas universidades europeas, hasta las elaboradas síntesis logradas por Hettner, o, más tardíamente, por Hartshorne, la geografía logró definir sus preocupaciones fundamentales mediante el reconocimiento y asimilación de lo que Ortega (l987:21) denomina “sus rupturas, incursiones y hallazgos”. Sin embargo, para ser justos, creo que debería decirse igualmente que, durante ese mismo siglo, la disciplina trató también de imponer sus silencios frente a aquellas elaboraciones que parecían romper la idea de una institucionalidad científica uniforme y conveniente para las mayorías.

En efecto, animada por un complejo ambiente científico, político, social y económico, la geografía dio forma a sus más importantes intereses y filiaciones, se construyó un lugar propio dentro del rico panorama académico de la época y, por consiguiente, planteó para sus cultores lo que podía y no podía considerarse como geográfico. Ello, como es de suponer, condujo a la exclusión y a la marginación de ideas, concepciones y elaboraciones que no se adaptasen a la rigidez y límites de lo que podría denominarse, de alguna manera, el paradigma disciplinar. Total, todo proceso de institucionalización no viene a ser otra cosa que la definición de lo que ciertos sectores de la sociedad, los predominantes, consideran como lo pertinente, lo correcto y, en consecuencia, le dan la respectiva vigencia, tanto social como legal. Como lo plantea Kuhn (1982:33), cuando una disciplina se normaliza lo que hace es definir los criterios que sirven de “fundamento para su práctica posterior”.

Pues bien: cronológicamente, el geógrafo francés Eliseo Reclus es hijo de aquel siglo y de su ambiente contextual histórico, mas no es producto oficial del mismo, pues a pesar de haber sido formado en el seno de una familia, cuyo patriarca tenía lo religioso como preocupación fundamental, y de ser ex alumno de Ritter, en su momento el más importante profesor de geografía, su pensamiento, su práctica de vida y su mensaje intelectual, en este caso geográfico, se desarrollaron por cauces que constituyeron un desafío no solo contra lo establecido, sino incluso a lo que se consideraba revolucionario en dicho momento. El geógrafo Reclus, en efecto, era diferente en todo sentido, pues a su vocación de viajero incansable, a su profunda y  analítica mirada  y a su condición de minucioso notario de la marcha de la tierra, añadía un indoblegable espíritu libertario y una extraordinaria solidaridad con los desposeídos y humillados por el poder. No era simplemente un geógrafo, era un geógrafo consecuente con una militancia política propia, clara y explícita.

Eliseo Reclus fue un geógrafo anarquista, el anarquista por excelencia, es decir, un geógrafo sin temor al compromiso político, un geógrafo que no rehuía el apellido de su práctica geográfica, la cual desarrolló justamente cuando la disciplina llegó a contar con  algunos de sus más significativos exponentes. La suya fue la época de Humboldt, de cuando Ratzel y Vidal de la Blache le dieron forma y contenido a sus propuestas ambientalistas, y coincide con el clima político de nacientes estados burgueses en procura de discursos científicos y académicos que legitimasen  su imposición como árbitros de la sociedad y del mundo. Como toda la pléyade de grandes geógrafos, Reclus  bebió de las propuestas epistemológicas que brindaban las obras de Comte, Darwin, Dilthey y Marx,  entre otros, madurando a partir de aquéllos una postura ideológica que no le resultó nunca muy cómoda a sus contemporáneos, pero a partir de la cual pudo construir  una visión propia de la geografía  y del mundo. Su pensamiento se perpetuó en vasta obra, cuya  re-lectura bien podría ayudar a ilustrar no solo las actuales preocupaciones ecológicas sino también el ordenamiento mundial que se configura en  estos tiempos de globalización.


La  formación de un geógrafo anarquista

A comienzos del siglo XIX, Europa experimentaba la transformación radical de sus procesos productivos gracias a la máquina de vapor y todo lo que ella trajo consigo. La sociedad europea se configuraba y ordenaba bajo el influjo, en ese entonces revolucionario, de la burguesía, la  geografía y el reacomodo territorial. El continente europeo comienza a exhibir una nueva fisonomía, no solo por la aparición de los estados nacionales, sino por la impresionante ola transformadora generada por el triunfo del hombre sobre la naturaleza, traducida en vertiginoso incremento de la navegación fluvial, el desarrollo de  activos puertos para el comercio internacional, el crecimiento y expansión de una gran red ferroviaria, la transformación de los paisajes y las estructuras agrarias y el nacimiento de lo que, años después, serian los más importantes centros industriales y urbanos del planeta (Parker 2002). 

En ese tipo de Europa, bajo el reinado de Luis Felipe, vendría al mundo  Juan Jacobo Eliseo Reclus el día 1 de marzo de 1830, en el seno de una numerosa familia protestante. Aquella afiliación religiosa, si bien crea un ambiente familiar poco agradable, sí  asegura al futuro geógrafo una atmósfera cultural que será muy importante en su posterior formación intelectual. Giblin (1986), sostiene que Reclus heredó de su padre, pastor protestante de fuerte carácter, el espíritu independiente y la conciencia indoblegable, rasgos que explicarían, en parte, su posterior posición política. En la madre encontró una afectuosa  interlocutora, dada su condición de mujer burguesa e institutriz, y a la que, posteriormente, mantuvo permanentemente informada de sus numerosos proyectos y actividades profesionales. Su primera formación soportó las duras condiciones de una vida familiar marcada por la austeridad, lo cual, sin embargo, no fue óbice para que hiciese un año de educación en Alemania, donde tuvo la fortuna de aprender tanto inglés como alemán, gracias a la variada procedencia de los condiscípulos.

Eliseo Reclus terminó la educación secundaria en l848 cuando ya era manifiesto su interés por las ideas republicanas, que le crearon una que otra complicación en su vida escolar. Lo sucedido en Paris ese mismo año, con motivo de la primera gran rebelión del proletariado, comienza a  dar sentido a lo que él y su más entrañable hermano, Elías, leen en los textos de los  socialistas utópicos. Debe recordarse que para ese año eran ya visibles las ideas del comunismo y el socialismo y la declaración del proletariado como alternativa socio-económica frente al proyecto de la burguesía, pues fue justamente entonces cuando Marx y Engels dieron a conocer su Manifiesto. Es curioso que dentro de tal contexto bullente y con las inclinaciones políticas que comienzan a desarrollar los dos hermanos, en la primera decisión de lo que podría ser su futuro académico, ambos hubiesen optado por los estudios teológicos. Sin embargo, solo Elías llevaría adelante tal propósito.

Dos años más tarde, Eliseo se trasladó a Berlín con la intención de iniciar sus estudios en  la prestigiosa universidad de esta ciudad, atraído posiblemente por el carácter de notable centro cultural, pues por allí habían pasado Hegel y otras personalidades. Allí desarrollaba el ilustre Carl Ritter las primeras cátedras de geografía, en una de las cuales se matricularía Reclus (el seminario sobre  “la descripción de la tierra”). Sin embargo, no sería aquella una estancia muy larga, pues no pasa del primer año y durante la cual, además de ser estudiante, se dedicaba ocasionalmente a la enseñanza. Gracias al agitado ambiente republicano y nacionalista participa,  eso sí, en  reuniones de carácter político que irán fortaleciendo  en  él sus ideas de la sociedad y del hombre. Sus lecturas incluyen los textos de Saint Simon, Fourier, Owen y Proudhom, entre otros. De regreso a casa, se encuentra con el golpe de estado de Napoleón III y dado su ya abierto activismo político, tiene que buscar refugio en Londres.

Este exilio en Londres sería el comienzo de una larga carrera de desplazamientos forzados que lo llevarían incluso hasta América.  Dado su interés innato por los paisajes y los grupos humanos, estos viajes le darán forma a su vocación de geógrafo, todavía no claramente manifiesta. Su primera permanencia en Londres le resulta dura y difícil. Vive de dictar algunas clases de francés, pero al ser esto poco significativo decide aceptar una propuesta de trabajo, consistente en cuidar una propiedad rural, que lo llevaría a  Irlanda. Para el futuro geógrafo, volver a encontrarse, como en sus primero años, con el campo y la naturaleza, tal cambio le resulta muy atractivo. La mayor parte de los biógrafos coinciden en afirmar que la estadía en estas tierras resultó crucial no solo por cuanto aclaró su interés por la geografía sino también por reafirmarlo en su ideario político, dada la particular condición del pueblo irlandés frente a la dominación inglesa.

Reclus aprovechó las características de su nuevo trabajo para comenzar a realizar diversos viajes para explorar con más detalles los paisajes y las comunidades. Recorrer ríos y valles, remontar montañas, analizar las técnicas de cultivos y métodos de trabajo agrícola, percibir la situación de aldeanos y campesinos y, en términos generales, percatarse de la situación socio-política de una Irlanda en dificultades, tanto por las recientes hambrunas que la habían asolado como por el opresivo dominio inglés, avivarán su interés por escribir un libro de geografía y fortalecerán sus convicciones políticas. Para finales de l852, su espíritu libertario le señala un nuevo rumbo, hacia Norteamérica, donde a sus ya habituales recorridos por los paisajes y lugares más llamativos, agrega el definitivo distanciamiento  con la religión, volviéndose ateo. Recordemos que para esos años los Estados Unidos  vivían el fermento de la Guerra de Secesión, episodio que impacta aún más sus ideales políticos.

Recorrer  los paisajes del Mississippi, visitar Chicago, contemplar el Lago Michigan y más tarde estar en Nueva Orleáns y desde allí visitar algunas islas caribeñas, refuerzan más su interés por la geografía. Este permanente y cada vez más intenso deseo por  explorar, describir y comprender la tierra se convierte en una vocación declarada y, entonces, surge de manera definitiva el geógrafo. A diferencia de su maestro alemán de geografía, Reclus valora inmensamente el trabajo de campo y cree que el verdadero sentido y valor de la geografía  solo pueden expresarse como resultado de un sistemático y permanente contacto con la naturaleza. En su correspondencia anotaba: “Además,  ver la tierra es para mí estudiarla; el único estudio verdaderamente serio que pueda hacer es el de la geografía, y creo que vale mucho más observar la naturaleza en su propio terreno que imaginársela desde el fondo de una oficina” (Giblin 1986:23).

Esta declaración es una crítica abierta y un distanciamiento de su maestro Ritter, cuya Erdkunde, una geografía universal de 21 volúmenes, se apoyaba en unos pocos viajes que el geógrafo alemán hiciera por tierras europeas y mucho, muchísimo más, en la revisión documental. La geografía, para Reclus, es una disciplina que debe sustentarse esencialmente en el trabajo de campo, en los recorridos y las observaciones sistemáticas de la naturaleza y de las sociedades. Solo así sería posible comprender la lógica y el sentido de la relación del hombre con la naturaleza. Por ello mismo, el destino siguiente de Reclus fue el mundo latinoamericano, dirigiéndose de Nueva Orleans a Colombia, por entonces llamada  Nueva Granada, país al que arribaría  en l855, desembarcando en la actual Riohacha. Allí se ocupa en trabajos de poca monta y pronto se aburre, dada la insignificante  vida cultural del poblado, tan cara para Reclus.

Animado por las ideas de Fourier, cree que las tierras del Nuevo Mundo constituyen el lugar ideal para un nuevo proyecto socialista. Sigue pensando en la idea de convertirse en un próspero agricultor y desde esa posición darle forma a los ideales utópicos propios de los anarquistas. Está convencido que la gran riqueza y prodigalidad de las tierras americanas proporcionarán las bases para una sociedad más justa y equitativa; cree que la mano de obra de quienes huyen de una Europa cada vez más convulsionada y opresiva, así como los recientes adelantos tecnológicos, crearán las condiciones propicias para construir la nueva sociedad. Con este ideal y un socio poco honorable se dirige a la Sierra Nevada de Santa Marta, donde fracasa en sus proyectos y cae muy enfermo. Es interesante anotar que en aquellos años el ingeniero geógrafo italiano Agustín Codazzi, como  director de la Comisión Corográfica neogranadina, desarrollaba para el estado la tarea de “hacer una descripción del territorio nacional que revelará las condiciones físicas, morales y políticas de la nación” (Becerra y Restrepo,1992:102). Justamente, cuando dicha Comisión planeaba estudiar la mencionada  Sierra,  Reclus decidía regresar a Europa, frustrándose el encuentro de dos hombres interesados en la geografía, aunque con  perspectivas diferentes.

Sin embargo, el periplo que comenzó en Londres y que ahora finalizaba en la Nueva Granada, dejaría un resultado importante: El extraordinario cúmulo de anotaciones sobre el mundo recorrido y con tal grado de riqueza que no solo revela a un geógrafo físico, dadas sus precisas descripciones sobre fenómenos y formaciones relativas a la superficie terrestre, sino también a un geógrafo humano por sus agudas observaciones y análisis acerca de los grupos humanos, su relación con la naturaleza y las obras resultantes de tal interacción. Su espíritu viajero, su agudo sentido de la observación, su  capacidad de sistematizar e interpretar el mundo conocido y su definida posición frente a un proyecto social deseable, permiten caracterizar en él lo que en el siglo XIX y bien entrado el siglo XX se denominaría un geógrafo completo. Pero no debe olvidarse su particularidad propia: No es simplemente un geógrafo, al estilo de su contemporáneo George Perkins Marsh, sino un geógrafo  anarquista y ello creará una diferencia específica casi única en la historia de la  geografía.

En tal condición, pues, se le encontraría nuevamente en Europa en 1857. La segunda mitad del siglo XIX será, sin duda, un periodo crucial para la vocación geográfica y política de Eliseo Reclus, tanto por el ambiente social como por la atmósfera intelectual y el desarrollo científico que experimenta la geografía en esta época. En efecto, por un lado los movimientos nacionalistas dan forma definitiva a los más importantes estados europeos, el  reparto del mundo conocido lleva al colonialismo y al fortalecimiento de las más importantes potencias, el capitalismo alcanza  una de sus cruciales etapas de desarrollo, y la burguesía se instala definitivamente como clase dominante, hecho que a su vez consolida al proletariado como la clase alternativa. La  industrialización ha llegado  a una de sus fases de mayor expansión y ya deja ver sus funestas consecuencias, como son el saqueo y la expoliación de las riquezas naturales de los países colonizados, el crecimiento de zonas de miseria alrededor de las grandes fabricas e industrias y la multiplicación de una clase obrera pauperizada y humillada, que no solo se hace sentir en el movimiento de la Comuna sino que también comienza a organizarse en sindicatos (Parker, 2002).

La geografía  del continente adquiere las características que lo identificarán hasta bien entrado el  siglo XX, es decir, el estado-nación adquiere su perfil geopolítico y administrativo, dentro del cual, sin embargo, los conflictos tanto  fronterizos como étnico-culturales permanecerán  latentes. Se configuraran los distritos y las zonas industriales, las ciudades transformarán su estructura socio-espacial y serán los puntos de destino, cada vez más activos, de procesos migratorios originados en zonas rurales, cuyas estructuras agrarias han sido severamente adaptadas a la producción industrial, y una población que decrece a expensas de la urbanización (Nadal,1971). Es decir, el mapa y el paisaje europeo se transforman de manera radical con las consiguientes secuelas ecológicas, producidas por una visión de la naturaleza centrada en la idea de que ésta es un inmenso depósito de recursos y riquezas dispuestas para el triunfo final del hombre como agente dominante del planeta. Estas cuestiones serán de vital importancia en los discursos geográficos que veremos desarrollar durante este periodo, a los que por supuesto no será ajeno Reclus, desde su peculiar posición de geógrafo anarquista.

El ambiente intelectual es igualmente exuberante en la segunda mitad decimonónica: las ciencias sociales encuentran en el positivismo cimentación epistemológica, así como una nueva perspectiva metodológica, gracias a la obra de Comte y sus continuadores. Mas también están, por supuesto,  las propuesta de Marx y sus seguidores en torno a la idea de una ciencia social comprometida con la transformación de las sociedades. Pero sobre todo está la presencia y el extraordinario aporte de Darwin, quien  “proponía un modelo particularmente riguroso y expresamente científico para abordar coherentemente el tratamiento de las nuevas positividades decimonónicas referentes a la historicidad y a la incorporación del hombre y de sus relaciones con la naturaleza a los objetos del conocimiento positivo” ( Gómez, Muñoz y Ortega,1982:31). La obra de este naturalista inglés, por consiguiente, marcará lo que a partir del momento será la institucionalización de la geografía como una disciplina con una perspectiva especifica  sobre la unidad de la relación entre la sociedad y la naturaleza.

En efecto, específicamente la geografía alemana y la francesa mediante las formulaciones de Ratzel y de Vidal de la Blache consolidarían,  a partir del discurso darwiniano, una visión paradigmática de la disciplina que contara con los respectivos reconocimientos y no solo se impondría en sus países como la geografía oficial, sino que también hallará lugar en el resto de Europa Occidental y Norteamérica y luego en el resto del mundo. Mas también estará la interpretación alternativa, hecha por geógrafos como Reclus y Kropotkin, con enfoque resumido así por Gómez, Muñoz y Ortega (l982:33):


Asumiendo los postulados darvinianos y prolongándolos y matizándolos  en una dirección que parece más acorde con la intencionalidad del propio Darwin, fundamenta la adaptación evolutiva de la especie humana respecto al medio ambiente en nociones tales como las de “armonía natural” y “ayuda mutua”, insistiendo, además, en la consideración prioritariamente ética de las relaciones entre naturaleza y naturaleza humana, y rechazando explícitamente las presuposiciones del darwinismo social.


Tal enfoque, sin embargo, sería marginal o, por lo menos, no se convertiría en una vertiente que animara el desarrollo posterior de la disciplina. La geografía normal, por consiguiente, si impone silencios. Ni siquiera cuando la geografía de finales del recién pasado siglo se cuestione su pertinencia social y el movimiento radical dinamice la discusión teórico-metodológica, la obra de los geógrafos anarquistas sería reconsiderada. Sin embargo, lo que esta allí es el trabajo, la dedicación y la perspectiva de hombres como Reclus, que entendieron ayer, como se entiende hoy, lo crucial de conocer, explicar y comprender la naturaleza de la relación de las agrupaciones humanas con sus entornos. Capel (1981:301),  con certero juicio se refiere así a Reclus:

Se trata de una figura que por su militancia política, su participación activa en el movimiento anarquista y en las luchas de la Comuna, y su largo exilio de Francia (de 1851 a 1856 en Inglaterra y Estados Unidos; y desde 1871 hasta su muerte en Suiza y  Bélgica),  ejerció una débil influencia en la geografía oficial francesa, pero gozó de un inmenso prestigio entre el público culto europeo y entre las clases populares. De todas maneras no fue un desconocido en la comunidad científica.

Este prestigio en la comunidad académica deviene precisamente de un trabajo riguroso, sistemático y, como era característico de su tiempo, de grandes proporciones. En efecto, Reclus inicia su obra geográfica presentando a consideración de la comunidad geográfica artículos que reseñan sus observaciones y análisis de algunos de los lugares visitados en  América y Europa, se vincula a la Sociedad Geográfica de Paris y traduce al francés una parte importante de la obra de su antiguo maestro Ritter. Su estilo y su rigor permiten que poco tiempo después cuente ya con la amistad y el reconocimiento de importantes geógrafos y prestigiosas asociaciones, así como de contactos que harán posible que su obra comience a ser impresa y difundida. Además, como todo geógrafo consciente del extraordinario valor del trabajo de campo, viajó todo lo que pudo.

La publicación de su  primera gran obra será en l869: La prestigiosa casa editorial francesa Hachette, reconociendo la calidad y el rigor de su trabajo, así como su ameno estilo literario aceptó el proyecto de un gran libro de geografía física, que aparecería titulado como La Tierra: Descripción de los fenómenos de la vida del globo. Este será el primer clímax de una obra que, como ya se ha dicho, comenzó con artículos  geográficos, informativas y amenas guías de viaje, disertaciones ante la Sociedad Geográfica, conferencias sobre geografía y política ante diversos auditorios, publicaciones de menor volumen en las que aborda con igual rigor y riqueza tanto la cuestión geográfica como asuntos que tienen que ver con la libertad, la situación de los negros y las mujeres en América.  Y, por supuesto, traducción de diversas obras geográficas. Reclus es un geógrafo que se gana a pulso su prestigio, asume con alegría y entrega dicha labor. La vocación de geógrafo, si tal cosa existe, es algo que va con su condición de persona y su contacto con la naturaleza y los hombres, en situaciones concretas de vida.  Es una necesidad y algo que le permite hablar con autoridad, con criterio y con sentido ético y político. Ya es indiscutible el hecho de que es un geógrafo…anarquista.

Anarquista en cuanto su pensamiento en torno al proyecto ideológico, igualmente, se ha visto enriquecido no solo por un contacto permanente con la situación política de Francia y el desarrollo de la naciente clase obrera en Europa, sino también porque a sus lecturas de los socialistas utópicos le acompañan  encuentros con los lideres obreros más importantes del momento. Su participación en manifestaciones y reuniones de las nacientes organizaciones obreras es frecuente. Como anarquista y estudioso de la obra de Darwin cree no en la lucha de clases sino en la ayuda mutua, asume el individuo como la máxima expresión de libertad y por tanto rechaza la idea del partido y del estado, lo cual, sin duda, lo distanciará del movimiento obrero internacional y lo enfrentará a sus lideres más connotados, Marx y Engels.  Y lo pondrá al lado de Bakunin. En este  ambiente trabará especial amistad con Pedro Alexis Kropotkin, con el cual no solo se identifica política sino también académicamente, dada la vasta, sólida y reconocida obra geográfica del ruso.

En efecto, Kropotkin se convierte en un especial interlocutor científico e ideológico para Reclus. Sus conversaciones, intercambios y elaboraciones no solo se circunscriben a los asuntos geográficos, sino también  a la cuestión del anarquismo. Reclus encuentra en el sabio ruso un geógrafo crítico y  reconocido que asume la tarea de revisar no solo los manuscritos referentes a la Rusia de aquel entonces, que el francés no había podido recorrer,  sino también partes importantes de su proyecto sobre la Nueva Geografía Universal. Como era de esperarse, su común interés por Darwin y el anarquismo les permite interesantes discusiones y producciones en torno al proyecto político; es una militancia decidida a la que sin embargo no dedican el tiempo que hubiesen deseado dado que son, ante todo, geografos anarquistas. Sin embargo, este perfil político es lo que precisamente los hará distintos,  impregnando  la obra y trabajo de cada uno de ellos de una particular visión sobre cómo encarar el desarrollo del conocimiento geográfico.

Pero volvamos a ese primer gran hito de la obra de Reclus, como lo es La Tierra, pues representa su consolidación y reconocimiento como geógrafo, tanto dentro del ámbito de la disciplina como dentro del publico ilustrado de la época. Los geógrafos, en tanto que hallaron allí una obra cuya (Capel, l981)  estructura y desarrollo mostraba cómo el conocimiento geográfico asumía e interpretaba la teoría  darvinista para explicar los fenómenos terrestres y la manera como los  seres humanos se adaptaban a dichas condiciones naturales; y los segundos, porque  se encontraron ante una obra cuyo contenido y exposición resultaba grata y amena en su lectura y que desarrollaba en tal forma sus descripciones, que el lector no tenía problemas para imaginar lo que al autor planteaba. Reclus no solo escribía para  el geógrafo profesional también se interesaba por el publico culto. Ello explica porque gozaba, igualmente, de reconocimiento fuera de los círculos geográficos.

Este reconocimiento se haría visible a raíz de los sucesos relacionados con la Comuna, pues en ellos el geógrafo Reclus pone en juego su talante republicano, se hace miliciano y cae preso. Es un prisionero ilustre dado que en la cárcel  es tratado con especial cuidado pues sus relacionados y amigos así lo hacen saber: La Sociedad Geográfica  intercede por su libertad, la editorial francesa lo trata como uno de sus autores preferidos y la comunidad académica busca crear un ambiente positivo para su liberación; pero su indeclinable espíritu libertario y su explícita e irrenunciable actitud política hacen que todo ello no produzca los efectos esperados. Queda entonces dispuesto para su segundo exilio. En su  cabeza y espíritu las ideas en torno a varios proyectos geográficos le hacen ver que la vida no ha  terminado y que ante la eventualidad de un desplazamiento forzoso ya tiene en que ocuparse; solo debe seleccionar el lugar adecuado. Gracias a la gestión de quienes le conocían y le admiraban su pena inicial es conmutada, salvándose así del confinamiento, aunque llega en condiciones humillantes a Suiza, sitio del exilio.


Reunida su familia, se instala definitivamente en el país alpino, para reiniciar tanto su trabajo político como geográfico. La presencia cercana de Bakunin y la delicada situación de movimiento obrero en ese momento hacen que Reclus asuma y desarrolle un importante activismo, que va desde su participación directa en diversas acciones hasta la producción de artículos y otras publicaciones. Sin embargo, el movimiento anarquista se debilita, gracias a  lo cual  la geografía gana puesto definitivo en  las preocupaciones del francés. Entonces el proyecto de una geografía universal toma forma  definitiva. Para encararlo desarrolla una exigente disciplina de trabajo que incluye exhaustivas visitas a numerosas bibliotecas europeas y americanas, lo cual impone realizar innumerables viajes, en tanto que se mantiene fiel al principio de que para escribir con autoridad se deben visitar los lugares respectivos. Realiza lectura detallada de diversos periódicos europeos y americanos; elabora cientos de cuadros, planos y mapas y, por supuesto, adelanta la tarea de la redacción correspondiente. El proyecto inicial contemplaba la edición de diez volúmenes, más el resultado final será una obra gigantesca de 19 volúmenes.

La Nueva Geografía Universal ve la luz entre los años de 1872 y 1905 y constituye todo un éxito. Con base en tal suceso y a la autoridad que ha cultivado en Suiza, este será el único lugar donde poner en práctica algunas de sus inquietudes respecto a lo que debe ser la enseñanza de la geografía. Logra conseguir algunos cursos esporádicos que le permiten tanto asumir una postura crítica frente a la enseñanza de la disciplina, como aplicar algunas de las ocurrencias metodológicas que bullen en su cabeza de maestro. Ello resulta significativo, pues cuando Reclus ha publicado ya varios tomos de su obra, Ratzel en Alemania da a conocer el primer volumen de su Anthropogeographie y Vidal  de la Blache comienza en Francia a desarrollar su enfoque posibilita. Fue uno de los períodos de gloria para Reclus, en cuanto tuvo la oportunidad de terciar en la discusión sobre cómo interpretar y aplicar los postulados darwinistas y ecológicos al trabajo geográfico. Tanto Ratzel como  Vidal de la Blache eran partidarios y  defensores del Estado, algo que no tenía mucho sentido en las elaboraciones libertarias y  anarquistas de Reclus.

La monumental Geografía de Reclus, en efecto, enfrentó la discusión predominante de la época y por lo mismo exhibió tintes ecológicos y  deterministas. Así lo anota Capel (1981:303), para quien “toda la Nouvelle Géographie Universelle está llena de planteamientos deterministas, a veces de raíz netamente ritteriana”. El proceso de cambio y evolución del planeta, así como el ajuste de la sociedad a dichas condiciones naturales,  están descritos siguiendo la interpretación geográfica y anarquista que hace Reclus de la obra darwiniana. Esta particular característica hace que la Géographie termine convirtiéndose no solo en la primera obra de su género en asumir los postulados del biólogo ingles, sino que llevando la discusión más allá del cientifismo que era característico de la época, le agrega el sentido del compromiso político. Por lo tanto, lo que estaba haciendo Reclus era proponer una vía distinta de la discusión sobre las relaciones sociedad- naturaleza. Y tal vía se refería al propósito que, según él, tenía que ver no con el ejercicio científico explicativo, exclusivamente, sino con la construcción de un modelo de sociedad capaz de convivir armoniosamente con la naturaleza; es decir, se inclinaba por una geografía con el subrayado ecológico que habría de inspirar la obra de muchos geógrafos de tiempos posteriores.

Por ello mismo, como observa Anuchin (1977), la Nouvelle Géographie constituye un especial esfuerzo por integrar un  gran volumen de datos y reflexiones provenientes de ámbitos como la sociología, la economía, la política, la demografía, la etnografía, la  cultura y las diferentes ciencias naturales, para formar un cuadro ambiental dentro del cual y bajo ciertas circunstancias -- específicamente las definidas por las leyes de la naturaleza --  deberían darse las condiciones que diesen paso al desarrollo social. Esta propuesta de pensamiento geográfico, como agrega el citado Anuchin, constituye un claro antecedente de la elaboración conceptual en torno a lo que más adelante se convertirá en  la tradición ecológica en geografía, ya que Reclus plantea en su obra las bases de nociones como medio ambiente,  ambiente social y el papel de las leyes naturales en la dinámica social. En fin, la obra de Reclus se mantiene fiel a lo que ha sido su vida: Estudiar la naturaleza, descubrir su armonía, conocer y comprender sus leyes. Sin ello la propuesta libertaria y de desarrollo social no tiene sentido; ello hace que la geografía tenga un propósito y no sea solamente una forma más de conocimiento .Ello explica, además, por qué existía en nuestro geógrafo anarquista una permanente preocupación por llegar a todos los públicos.

El tramo final de la vida de Eliseo Reclus sigue básicamente de la misma tónica precedente. Su actitud política permanece inalterable y, por consiguiente, lo sigue enfrentando al sistema establecido y lo sigue marginando de algunos espacios académicos y científicos. Su espíritu viajero y la convicción de que como geógrafo solo puede hablar con criterio y autoridad, lo llevan a diversos lugares del mundo conocido con el  propósito de recolectar experiencias, tomar información de primera mano de lugares y paisajes, vivir la vida cotidiana de hombres y mujeres, y corroborar hipótesis de trabajo en contacto directo con la naturaleza misma. Ello le permitirá, a su vez, desarrollar la que puede considerarse como su obra de cierre: L´Homme et la Terre, de la que saldrán de prensas seis voluminosos tomos, entre  l906 y l908.

El Hombre y la Tierra tiene la particularidad de ser la expresión elaborada y sin concesiones del geógrafo anarquista. Aquí su pensamiento y su concepción de una geografía pensada en términos de una sociedad que debe garantizar la plena libertad de hombres y mujeres, aparece en toda su esencia y no deja abierta la posibilidad de la negociación. Gómez, Muñoz y Ortega (l982:45), sintetizan esta postura en el siguiente comentario:

Si el hombre forma parte inseparable del orden natural y si el ejercicio de la libertad es la condición inexcusable de todo acto verdaderamente humano, ambas condiciones pueden realizarse simultáneamente porque es precisamente en la equilibrada pertenencia  al orden natural -- en las relaciones armónicas entre naturaleza y naturaleza humana -- donde el hombre encuentra la razón misma de su libertad y las seguras posibilidades de su ejercicio. El conocimiento científico de la naturaleza es, por tanto, fundamental para conseguir hombres verdaderamente libres.


Como era de suponer este Reclus, nítido, transparente y firmemente comprometido, no va a resultar cómodo en el mundo académico y editorial; su manuscrito va y viene, hasta que finalmente es la Librería Universal de París la que decide publicarla, luego de muerto el autor. Es un texto que algunos califican de geografía humana, otros de geografía social;  pero al margen de esto, es la obra de un hombre, de un académico y de un científico que nunca, a pesar de circunstancias de apremio, tuvo dudas sobre la integridad, la coherencia y la unidad que deben caracterizar la vida y la obra de todo ser humano. Eliseo Reclus murió hace cien años, el 4 de julio de l905.


Epílogo

Hace algunos años Bunge (Chorley, l975) llamaba la atención sobre el hecho de que un verdadero juicio sobre todo hombre debía, ante todo, considerar su existencia misma. Quizás esto es lo que hace que la mirada sobre Eliseo Reclus no resulte fácil y cómoda, y su obra, en muchos casos, termine siendo obviada e ignorada, pues desafía ese sentido aséptico y neutral dentro del cual transcurre el trabajo de la mayor parte de quienes permitieron a la geografía institucionalizarse como disciplina. En Reclus no interesa solo el compromiso académico y científico, el cual nunca descuidó, como lo demuestran su riguroso interés en el trabajo de campo, la lectura de primera mano de paisajes y fenómenos, y la interpretación crítica de sus contemporáneos; también interesa, y no con menos importancia, el compromiso social y la pertinencia de su labor en torno a lo más importante que existe, como es la posibilidad de que la vida humana se desarrolle en condiciones de dignidad y libertad. Por ello su militancia fue abierta, fue siempre sinceramente declarada y sobre todo, se preocupó mucho porque todos pudiesen tener acceso a su mensaje humanista.

Un geógrafo de la independencia intelectual de David Harvey (García Ramón, l985), nos recuerda que si bien el desarrollo del positivismo permitió a la disciplina  crear un sentido de cientificidad y con ello ocupar un lugar en el mundo académico, también  generó lo que denomina un “escudo positivista”. Con este los geógrafos se ponían a salvo de toda discusión política o de las implicaciones sociales de sus elaboraciones geográficas; los geógrafos solo debían preocuparse por hacer geografía y nada más. Reclus asumía que la dignidad del trabajo geográfico está mediada por su capacidad de iluminar el sendero que permita a los seres humanos construir un proyecto social incluyente; y frente a ello se debe ser no solo proponente sino también militante comprometido. Es decir, la vida personal debe ser coherente con la vida académica, con la propuesta científica.

La geografía actual, es decir, la geografía de un mundo que se globaliza y con ello globaliza serios y apremiantes problemas como la crisis ambiental, el recrudecimiento de las desigualdades y la presencia cada vez mayor de la violencia en todas sus manifestaciones, podría encontrar en Reclus y en su obra geográfica y política una valiosa inspiración en favor de una ciencia en compromiso con la condición humana. No se trata de la promoción de simples servilismos históricos, con ocasión de un centenario. Como bien lo plantea Harvey (2000:126), es el momento para que los geógrafos se comprometan en un dialogo más abierto, pues “necesitamos encontrar un modo de identificar cosas comunes dentro de las diferencias para desarrollar una política genuinamente colectiva en sus preocupaciones.” El silenciamiento y la estigmatización de las voces diferentes solo hacen que la disciplina pierda la opción de enriquecer sus posibilidades de debate y perspectivas de desarrollo teórico. Ello es indicio más de un espíritu autoritario que de una actitud sabía e inteligente, sin importar la afiliación ideológica del déspota que lo ejerza. Y a la postre, tras la maduración reposada de la historia, ¿quién podrá acallar las voces de quienes, como Reclus, hicieron de su vida un apasionado compromiso de solidaridad con todos y cada uno de sus congéneres?


Referencias

Anuchin, V.A. 1977. Theoretical problems of geography. Columbus, Ohio State University Press.

Becerra, Diego, y Restrepo, Olga. 1992. Las ciencias en Colombia. En:  Gran Enciclopedia de Colombia, ed. por Círculo de Lectores (Bogotá, Círculo de Lectores),  61-80.

Capel, Horacio. 1981.  Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea. Barcelona, Ediciones Barcanova.

Chorley, Richard. 1975. Nuevas tendencias en geografía. Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local.

Dunbar, Gary S. 1981. Elisée Reclus, an anarchist in geography. En: Geography, ideology and social concern, ed. D. R. Stoddart (Totowa, NJ, Barnes & Noble), 154-164.

García Ramón, María Dolores. 1985. Teorías y métodos de la geografía humana anglosajona. Barcelona, Ariel.

Giblin, Beatrice. 1986.  Introducción y selección de textos. En: El hombre y la tierra, por Eliseo Reclus (México, Fondo de Cultura Económica).

Gómez, Josefina; Muñoz, Julio, y Ortega, Nicolás. l982. El pensamiento geográfico. Madrid, Alianza Editorial.

Harvey, David. 2000. Reinventar la geografía. New Left Review, Madrid, Akal.

Kuhn, Thomas. 1982. La  estructura de las revoluciones científicas. México, Fondo de Cultura Económica.

Nadal, Jorge. l971. La edad moderna.  En: Los fundamentos del siglo XX. Madrid, Salvat Editores.

Ortega, Nicolás. 1987. Geografía y cultura. Madrid, Alianza Editorial.

Parker, Geoffrey. 2000.  Historia universal. Londres, Times.

Reclus, Eliseo. 1986.  El hombre y la tierra. México, Fondo de Cultura Económica.


RESUMEN. La segunda mitad del siglo XIX probablemente permanecerá como uno de los períodos más importantes de la historia de la geografía. Ratzel, Richthofen, Peschel y otros desarrollaron en ese tiempo en Alemania los fundamentos de esa rama del conocimiento como una ciencia moderna, siguiendo la ruta trazada décadas atrás por Humboldt y Ritter. En ese proceso de consolidación disciplinar contribuyó el geógrafo francés Eliseo Reclus, a través de su manera particular de trabajo y pensamiento. El fue uno de los sabios más viajeros, escritor fecundo y conferenciante carismático y polémico; pero su lugar en la historia de la ciencia se asocia hoy especialmente con su inveterado y casi obsesivo compromiso con el idealismo anarquista. Con ocasión del centenario de su muerte (julio 4, 1905), se consagra aquí un tributo reflexivo a su vida, a lo que hizo y escribió, y a sus ideales utópicos, con lo que pretendía enfrentar y resolver las necesidades, pecados y problemas de la sociedad.

Epígrafes:   Reclus  -  anarquismo  -  historia de la geografía  -  geografía regional

Correspondencia: Prof. Carlos José Gil Jurado, Universidad de Pamplona, Carrera 7 N° 6-84, Pamplona, Norte de Santander,  Colombia
cargil@latinmail.com

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Gil-Jurado, Carlos José. 2005. Reclus: un geógrafo incómodo, una geografía de compromiso. GeoTrópico, vol. 3 (1), documento web, acceso ------- [escriba la fecha de consulta] ------: www.geotropico.org/3_1_Gil.html

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